EVANGELIOS DE LA INFANCIA DE CRISTO. LOS

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Los Evangelios canónicos son muy parcos en informaciones sobre la infancia de Cristo, lo que no satisfacía la curiosidad de los fieles que querían saber más sobre la vida oculta del Jesús niño, en el seno de la Sagrada Familia: ¿Cómo vivía? ¿Cómo pasaba su tiempo? ¿Cómo era la relación con sus padres?...

Es así como, desde el siglo II, al margen de los Evangelios reconocidos por la Iglesia, vieron la luz escritos originados en tradiciones populares que presentaban una historia continua de la infancia de Jesús, desde su nacimiento hasta los doce años, incluso remontándose algunos de ellos hasta los antepasados del niño, Joaquín y Ana.

Aparece entonces, a través de relatos llenos de encanto en los que se mezcla la historia con la fantasía, un pequeño Jesús travieso e incluso, a veces, cruel, omnisciente, sanador y, como Orfeo, capaz de domesticar a los animales salvajes o metamorfosearse en formas inesperadas, como Merlín, ante unos padres modélicos inquietos e incapaces de hacerse obedecer por su sagrado vástago.

Los Evangelios apócrifos de la infancia, traducidos y modificados hasta la Edad Media, han sido criticados, despreciados, e incluso condenados en nombre de la ortodoxia o de la racionalidad. Pero conocieron tal éxito que, poco a poco, la natividad milagrosa de María, la presentación de la Virgen en el Templo, la designación milagrosa también de José para ser su custodio o esposo, el nacimiento de Jesús en una gruta y más, se convirtieron en objetos de creencia. Incluso la tradición eclesiástica y la liturgia conservaron algunos elementos de todo ello, mientras que el arte y la literatura se inspiraron abundantemente en ellos a partir de la Edad Media.

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